La fortuna real empieza a engordar en 1962, cuando la Duquesa de Alba le organiza a Juan Carlos una colecta entre ricachones, y al entonces recién casado el Principe le llueven 20 millones de pesetas.
Muchos biógrafos de Juan Carlos citan su ansia, ya desde muy joven, por tener dinero, debido a las "penalidades" del exilio. Su abuelo Alfonso XIII tuvo que salir de España con lo puesto y apenas unos miles de millones de pesetas en inversiones en extranjero, y eso marcó al pequeño nieto del rey. Pobre Juan Carlos que infancia más mala, ojalá su abuelo no hubiera sido rey, ojalá hubiera sido jugador de balonmano.
En 1969, Franco nombra heredero a Juan Carlos. El pelota de Ruiz-Mateos enseguida se posiciona, y le suelta 1.000 millones de pesetas en varios maletines. Años después Ruiz Mateos fue el primero de una larga lista de "proveedores de la Casa Real" que a lo largo de los años irían pasando por el talego. Su majestad, olvidadizo, se desentendió de sus líos con la justicia.
Franco se muere, y el rey, suelto de manos, escribe una carta al Sha de Irán pidiéndole un donativo de 10 millones de dólares "para fortalecer la monarquía española" porque llegaban los socialistas. Al contrario que con las ambigüedades sobre Urdangarín del famoso discurso de Navidad, en este chanchullo no hay dudas acerca de el Rey estaba pringado o no: la carta fue pública por los biógrafos del Sha, lleva membrete de oa Zarzuela, está fechada el 22 de Junio de 1977, y firmada de puño y letra por Don Juan Carlos en persona.
Llegan los prósperos años 80, y prosperan también los pelotazos reales: el Rey de Arabia Saudí (no se nos olvide que es un país dictatorial) le presta 100 millones de dólares. Para poder devolverlos, los conseguidores de su majestad, Manuel Prado y Javier de la Rosa, timan otros 100 millones a la familia real de Kuwait diciéndoles que, a cambio, Juan Carlos apoyará la causa kuwaití en los foros internacionales frente al invasor Sadam Husein.
Dicen las malas lenguas que el Rey de Arabia no volvió a ver su pasta, y, por supuesto, también se pierden los 100 millones de Kuwait. Igual que la comisión de 55 millones de Francos que el presidente de la multinacional ELF aseguró haber entregado "al entorno del Rey Juan Carlos" para que intermediase a favor de la petrolera francesa en la compra de la española Ertoil.
Entramos en los 90, y las cuentas reales se vuelven una nebulosa. Surge en escena un nuevo amigo del Rey, el Gran Mario Conde, un auténtico maestro del trinque y los millonazos y las enormes billetadas pasan a diluirse en un mar de negocios, inversiones y cuentas secretas.
Conde, Ruiz-Mateos, De la Rosa, Prado... Uno detrás de otro todos los amigachos del Rey han ido desfilando por la trena. ¿Todos? ¡NO! A pesar de sendas condenas en firme, los Albertos siguen manteniéndose afuera, gracias a las ayuditas del tribunal constitucional, claro...
Además del dinero, ocupan lugar destacado en las cuentas reales los REGALOS: barcos, coches, motos, joyas y patrocinios de marcas a los que tampoco hace ascos el rey. Por ejemplo, en una visita a la FIAT pilló un rebote monumental porque, al parecer, no tenían previsto regalarle uno de los modelos. "Pues si no lo tenía previsto, que lo prevean" fue su real respuesta.
A propósito de las reales proezas amatorias, hay que decir que a los vasallos tampoco nos salen gratis: Marta, un ligue que le duró 18 años, se permitía el lujo incluso despedir a los funcionarios de la Casa Real que no le caigan bien. Y que le voy a contar de los millonacos que nos cuesta mantener a Bárbara Rey con la boca cerra, o mantener a Corinna en su chalet de lujo cerca del Rey.
En fin a los españoles nos cansa que esta familia viva a nuestra costa porque un dictador los puso a dedo, pero nos repatea que no tengan suficiente y se dediquen a ir sangrando Estados, el nuestro el primero, usando al imagen de España para forrarse y llenar las cuentas de Suiza que Mario Conde le preparó.
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